El destino del pequeño y mediano empresario: UNA MONEDA AL AIRE

Dr. Jaime Alberto Flores Sandoval

Según fue anunciado en la mañanera del día 25 de marzo, ante la grave crisis de salud que aqueja al mundo, algunos microempresarios - pequeña fonda o tienda, vendedores al menudeo, negocios que autoemplean o generan pocas fuentes de trabajo - serán objeto de apoyos económicos del gobierno federal o de distintas entidades federativas, lo cual es loable y digno de reconocerse.

Por otro lado, se exige solidaridad de las grandes empresas, las que en estos días han sido señaladas - en casos muy específicos - por abusar de sus trabajadores en acciones que distan mucho de las permitidas en Ley.

En el medio, están los micro que no alcanzarán apoyos, las pequeñas y medianas entidades, las lideradas por personas de carne y hueso con nombre y apellido, que no representan a los grandes capitales, pero que son la base de la economía nacional y que generan la mayor cantidad de empleos formales.

Se trata de esos que en algún momento dieron el salto de emprendedores a negocios de mejores capacidades e influencia en el entorno, que ocupan 5, 10, 50 o 100 trabajadores, quizá un poco más: sin duda, representan más del ochenta por ciento de la actividad económica del país.

Se trata de consultorías tecnológicas, financieras, jurídicas o contables, gimnasios, mini cadenas comerciales, restaurantes locales, tintorerías, escuelas, empresas de publicidad, capacitadoras, asesores de imagen o salud, entes dedicados a limpieza o seguridad y tantas otras que tienen un común denominador: viven de los ingresos que generan diariamente.

Representan a un amplio sector de la economía formal - pagan contribuciones, entre ellas las de seguridad social - y difícilmente generaron reservas para soportar los embates de una hecatombe como la que vive el mundo, primero porque nadie podía prever una situación de este tipo y después porque su estructura financiera no pudo generar excedentes por su operación misma.

No hay culpa de nadie, en todo caso el tiempo dirá que tan a tiempo actuó el gobierno, solo el tiempo. En tanto, la buena o mala actuación frente a la crisis de los responsables del destino nacional es una mera especulación que en pocas semanas podrá calificarse de forma más certera.  

Definitivamente, la dinámica recesiva previa a este evento se agudizará a niveles incalculables y repercutirá en pérdida de empleos de forma inexorable, que será mucho más profunda si el Estado no actúa con celeridad, precisión y capacidad.

Los bancos ya anunciaron medidas de apoyo a sus deudores, prorrogas y eliminación de réditos en muchos de los casos, así como diversos beneficios que muchos no esperaban del sector privado, que, en estos momentos, demuestra estar a la altura. 

A nivel gubernamental, si bien no se esperan condonaciones por el reciente decreto que las prohíbe – el cual parece una medida populista e irreflexiva - se esperarían, entre otros, los siguientes apoyos estatales:

  • Prórroga a la presentación de la declaración anual de personas físicas y morales,
  • Beneficios o eliminación en este ejercicio de pagos provisionales de ISR,
  • Estímulos a los patrones que tengan inscritos a sus trabajadores al IMSS,
  • Suspensión temporal de pagos al INFONAVIT – aportaciones y amortización - sin afectar los derechos de crédito de los trabajadores,
  • Reactivación temporal de la compensación universal, particularmente a sector primario,
  • Estímulos y prórrogas en contribuciones locales y municipales, como ha ocurrido en algunos casos,
  • Financiamiento de banca de desarrollo que sea sumamente ágil y flexible,
  • Reglas claras y justas a la probable suspensión de labores (quien, cuándo y cuánto debe pagar) antes o aun y cuando no se decrete la contingencia sanitaria.

Si esto no ocurre por lo menos de forma parcial, pero sobre todo de forma inmediata, el destino de México estará en el aire, con una perspectiva poco favorable.

Los empresarios que han sido el tema central de este escrito verán pasar a la pandemia sufriendo sus efectos y es muy probable que muchos sucumban al simple paso del tiempo, muriendo de inactividad, propia y del Estado.  Con ellos, sus trabajadores se enfrentarán al peor de los escenarios.

No se trata de un rescate al empresario, porque habrá quien así lo vea, no es una súplica por rescatar a los grandes capitales, se trata de un plan de apoyo a la planta productiva nacional.

Sería, en todo caso, actuar con altura de miras.



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