¿CÓMO IMPLEMENTAR EXITOSAMENTE UN ESQUEMA DE SUBCONTRATACIÓN?

Publicado en El Economista el 02/04/2019

Es posible recurrir a servicios de personal tercerizados, siempre y cuando se haga a través de una empresa formal y responsable. ¿Cómo encontrarla?

Actualmente, las empresas forjan su futuro en un medio caracterizado por una feroz competencia que plantea desafíos y retos ante los que muchas terminan por sucumbir.

Los trabajadores más capaces buscan mejores oportunidades laborales y los empleadores ofrecer condiciones que correspondan a expectativas de colaboradores más exigentes.

El empresario lucha por subsistir y desarrollarse, mejorar su posición en el mercado, producir en condiciones óptimas, atender necesidades de sus trabajadores y ser financieramente viable.

El personal suele pasar a segundo término: se relega y pierde motivación para ser parte del éxito empresarial.

Existe una creciente tendencia mundial a utilizar servicios externos para funciones no prioritarias, lo cual permite optimizar labores esenciales: México no puede excluirse de esta lógica.

Separar funciones en principales y secundarias es natural, y delegar las últimas a especialistas es lícito y congruente con el principio de división del trabajo —reconoce capacidades y orientaciones de cada individuo—, propiedad de una sociedad incluyente.

Subcontratar —tercerizar— es satanizado por el temor que infunde la información sesgada o parcial que se genera al respecto, lo cual evita que muchos aprovechen las bondades naturales de esta forma de trabajo.

Aunado a ello, los abusos cometidos en nombre del mal llamado outsourcing —al que se le atribuyen condiciones ilegales que existen en cualquier relación laboral— generan un panorama desalentador para el esquema.

Renuncias en blanco, contratos por tiempo u obra determinada injustificados, salarios al margen de lo declarado al fisco, jornadas excesivas, despidos injustificados y coartar el derecho de asociación es imputable a malos patrones. Estas prácticas no nacen de la subcontratación.

Hay propuestas legislativas para terminar con el régimen de tercerización y erradicar malas praxis del mundo laboral, elaboradas sin un sentido real de las necesidades y del entorno. En el fondo tienen objetivos mediáticos, permeados de desconocimiento del tema. Los riesgos de la falta de reflexión y conocimiento tendrían consecuencias funestas para la economía nacional. Miles de trabajadores pueden perder sus empleos, colocando a las empresas en graves riesgos.

Sin duda, quienes ofrecen estos servicios y quienes los reciben deben someterse a controles más estrictos, emanados de mejores cuerpos legislativos y reglamentarios.

No debe descartarse la creación de una ley general de subcontratación o tercerización, que aglutine disposiciones laborales, fiscales, de seguridad social y de lavado de dinero para regular al régimen y evitar las incongruencias, redundancias y disparidades de las normas vigentes.

Sería ideal que la norma mexicana para las empresas del ramo se concretara o se elevara al rango de norma oficial, esto distinguiría a las cumplidas del resto. A ello deberían enfocarse los esfuerzos y no a desaparecer un concepto que promueve la creación de empleos de calidad.

¿CÓMO DEBE IMPLEMENTARSE EXITOSAMENTE UN ESQUEMA DE SUBCONTRATACIÓN?

Delegar en terceros especialistas funciones de las empresas no debería ser una opción. Tiene el grado de responsabilidad corporativa. Es un medio ideal para optimizar labores.

La secuencia lógica y formal para implementar adecuadamente un esquema de subcontratación laboral, una vez valorada la posibilidad de delegar tareas susceptibles de externalizar, debe generar certidumbre respecto del proveedor y del cumplimiento de responsabilidades laborales, y no simular actos en perjuicio de fisco y trabajadores.

Los tiempos actuales no dejan espacios para evadir obligaciones. Recurrir a la subcontratación es una decisión en función de beneficios operativos, que puede generar situaciones fiscales de privilegio, aunque ésta no sea la meta, ni debe ser la búsqueda del concepto.

*El autor es director de Cadem Consultores.

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